domingo, 21 de enero de 2024

 A vueltas con la Transición Energética.

Iosu Marruedo. Biólogo

Habitualmente escuchamos la expresión "Transición Energética" en el contexto de la solución necesaria (así, en singular) para remediar todos los males presentes y futuros causados por el fenómeno del Cambio Climático.

Y como esa es la solución propuesta, en consecuencia, llevamos ya unos años de recomendaciones (y subsidios con fondos estatales) para reorientar la producción de bienes de consumo en ese sentido. A la sombra de la Transición Energética aparecen nuevos mercados, nuevos productos, nuevo consumo ....

¿Pero realmente se están resolviendo los problemas ambientales denunciados?

Quizás sea la campaña de promoción del coche eléctrico el ejemplo emblemático de este "nuevo mercado de productos verdes", que crea nuevos objetos de deseo para el consumidor con el aval de "ecológico" "sostenible" "bio" ... o cualquier otro calificativo similar. 

Entre estos nuevos productos y ocasiones de negocio podríamos citar otros ejemplos, como la producción de hidrógeno verde, energía solar, energía eólica, ámoniaco verde (combustible para barcos), instalaciones industriales de recaptación de CO2, la especulación en el mercado de valores con los derechos de emisión de CO2  .... pero, por su repercusión mediática, me pararé a analizar el caso del coche eléctrico.

No se si también a tí, lector, te parecerá notable la presión que reorienta nuestro consumo hacia la compra de vehículos eléctricos, acto presentado como esencial para poder llevar a cabo la mencionada solución de manos de la Transición Energética. Podemos aceptarlo así y sentir una doble felicidad, por estrenar vehículo a la moda y por sentirnos a la vez protagonistas de la salvación del planeta.

O bien, ir un poco más allá y hacer una reflexión en la "trastienda" de esta nueva oferta de consumo de productos verdes.

Quizás esa reflexión nos haga ver que la economía de Libre Mercado se está adaptando ágilmente a la nueva coyuntura creada por el discurso del Cambio Climático; nuevos bienes de consumo, más caros .... y todo ello sin levantar el pie del acelerador del motor productivo, aumentando continuamente la magnitud de la energía y materias primas necesarias para su funcionamiento y persiguiendo como siempre el aumento de los beneficios. 

Según las cálculos que hace Antonio Turiel (Doctor en Física Teórica por la UAM e investigador del CSIC, ver aquí) en lo referente al coche eléctrico:

En la actualidad, extraemos aproximadamente 100.000 Tm de litio metálico al año (total minería mundial). 

Si todo ese litio se empleara en hacer vehículos eléctricos, se podrían fabricar unos 8 millones de coches al año ( de gama media y autonomía media). Nada de tablets, ni ordenadores, ni móviles, ni sistemas de guía para misiles .... . Solo coches eléctricos de gama media.

Actualmente se están fabricando entre 80 y 100 millones de coches al año (según el año). Se estima que el número de coches en el mundo es de unos 1.400 millones.

Para sustituir todos esos coches por vehículos eléctricos privados al ritmo de 8 millones por año, necesitaríamos 175 añosAñadamos a esto las dificultades cada vez mayores de disponibilidad de cobaltoníquel y, especialmente, cobre.

Considerando estos datos, es evidente que existe un gran desfase entre ritmo de producción y tamaño del objetivo a conseguir; además, probablemente a mitad de camino nos quedaríamos sin litio. En pocas palabras, no hay coche eléctrico para todos; no puede haber sustitución global del actual parque móvil mundial.

Entonces, si el vehículo eléctrico no puede ser la solución global de movilidad y acabe siendo tan solo un adorno elegante de las sociedades de los países del primer mundo ¿a qué viene todo esta campaña mediática? 

Lo que estamos conociendo es una campaña comercial. Todo indica que seguimos inmersos en el viejo escenario de luchas por el control del mercado, donde todo vale y la supresión de arbitrajes e intervención reguladora de los Estados es un objetivo reclamado otra vez, con fuerza, por los grupos de derecha y ultraderecha que acceden a los Gobiernos; solo que ahora pelean por competir en vender productos diferentes. A las batallas geopolíticas conocidas desde el siglo XIX por el petróleo y gas, se añade ahora una nueva batalla geopolítica por colocar coches eléctricos "baratos" y vencer a la competencia.

En este terreno, China se lleva el primer puesto, ya que gracias a las ingentes ayudas del estado chino (11 años de subsidios, hasta 2023) y de los bajos salarios, el auge de los coches eléctricos chinos (más baratos que los europeos) es imparable. Casi la mitad de los existentes en el planeta (más de 18 millones) son chinos. 

Y esa campaña comercial, además, está resultando ser una eficaz vía de transferencia de dinero del sector público hacia bolsillos privados (lo mismo en China que en Europa y EEUU).

Esto último ha quedado en evidencia después de que Alemania (país con el mayor número de ventas de vehículo eléctrico en Europa) eliminara las ayudas a la compra de un vehículo eléctrico (6.500 € para la compra de vehículos que no superen los 40.000 €). Inmediatamente, todas las marcas han rebajado sus precios. Tesla incluso ofrece financiación al 0%.

Me atrevo a afirmar que no hay esperanza de solución ambiental en medidas que solo proponen el cambio del objeto de consumo, pero mantienen intactos los dogmas del sistema económico de Libre Mercado.

Esto significa que para avanzar hacia la solución sistémica de los problemas ambientales deberíamos abandonar el dogma del crecimiento infinito de los beneficios como objetivo central del sistema económico vigente, pactando y estableciendo límites, para lo que el arbitraje e intervención de los Gobiernos de los Estados es fundamental. 

Límites que consideren los Sistemas Naturales (la atmósfera, los océanos  ...) como bienes "fuera del mercado", no sometidos al uso que dicta la ley de la oferta-demanda y a la búsqueda del incremento de los beneficios sino al uso que dicta el bien común y la búsqueda de la disminución de las desigualdades. 

Parafraseando el viejo refrán que dice que no se puede sorber y soplar a la vez, deberíamos aceptar que la demanda creciente de energía y la descarbonización  de la actividad humana (plato fuerte de la Transición energética) son objetivos incompatibles. 

Las medidas que impulsan hacia la descarbonización deberían de acompañarse de iniciativas que promuevan un cambio del sistema económico global. 

Pero, en un escenario en el que la demanda de energía (y materias primas) sigue creciendo, todo lo anteriormente expuesto parece un cuento místico.

España, por ejemplo, no se desengancha del petróleo ni del gas; en 2022, casi el 70% del total de la demanda energética se obtuvo de fuentes fósiles. Sí ha disminuido fuertemente el uso del carbón, pero el consumo de petróleo y gas a vuelto a crecer desde su máximo en 2010, como puede observarse en esta imagen:

Figura 1. Fuente: Ministerio para la Transición Ecológica.

Es evidente que todavía hay mucha energía fósil para sustituir; aunque los avances en renovables han sido notables estos últimos 20 años, el panorama general (tal y como se pudo constatar en la última Cumbre del Clima) no está dando señales de "soluciones ambientales" sino, más bien, de "soluciones de mercado".

Y nosotros, ¿que podemos hacer como individuos?.
Propongo dos cosas:

a) En lo personal, y referente al acceso a la energía, actuar con prudencia, evitar todo derroche innecesario en nuestras actividades diarias aunque lo pudiéramos pagar, utiliza siempre las energías "menos sucias" que tengas a tu disposición (uso del vehículo, uso de la calefacción, elección de un nivel de consumo razonable, militancia en el reciclaje ...).
En lo cotidiano, deberíamos distinguir con claridad entre consumo sostenible y soportable. 
Soportable es el consumo energético que puedo pagar, independientemente de las consecuencias en el entorno. 
Sostenible es el consumo energético que corresponde al lugar que ocupo en el ecosistema, sin comprometer la supervivencia de éste.

b) En lo social, apoyar (también con mi voto electoral cuando corresponda) a partidos que defiendan la intervención de los Gobiernos en el sentido de establecer medidas de regulación y arbitraje frente al sistema económico de Libre Mercado, especialmente en lo relativo al acceso a la energía y bienes de consumo primarios (alimentación, salud, vivienda ..) primando la consecución del bien común y reducción de desigualdades frente al aumento de los beneficios.

Crecer demanda energía y materias primas; cuando consumimos energía inevitablemente generamos residuos, y calor. Y alteramos el entorno.

Quizás sea ya el momento de poner límites al crecimiento.

El problema de un sistema económico asentado en el objetivo del crecimiento infinito reside en que la producción de residuos y calor también será infinita; no se trata solo del CO2, ni de la temperatura superficial global, ni del Sistema Clima.
El problema va mucho más allá, pues está en juego la salud de todos los Sistemas Naturales, generando un escenario de contaminación global y desigualdad social (los residuos y la basura no suelen acumularse en los países que los producen; suelen acabar en los países del llamado tercer mundo, aumentando la desigualdad) .

Quiero terminar tomando prestada una sentencia de Antonio Turiel, quien, acertadamente, ha sido capaz de resumir en nueve palabras lo que yo he intentado expresar con incierta claridad en 31 párrafos: 

"Crecer por crecer es la filosofía de un tumor

Insuperable.

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